Jueves 18 de Mayo de 2017

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discí­pulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegrí­a esté en ustedes y su alegrí­a sea plena.

Comentario:

Una vez escuché que un amigo comentaba: ¿por qué siempre en las imágenes Jesús sale tan solemne, tan serio? ¿Por qué tan pocas veces se dibuja a un Cristo feliz, sonriente? Serí­a válido preguntarse: ¿era Jesús una persona alegre? Estoy seguro que sí­, porque la alegrí­a es expresión de la bondad. Un corazón bondadoso, irradia alegrí­a. En las Escrituras hay momentos que nos hablan de la alegrí­a de Jesús. Por ejemplo, cuando regresaron los apóstoles de predicar y dice que Jesús se alegró con ellos. O cuando dice que los niños se le acercaban. Sabemos que los niños no se acercan a una persona seria porque se asustan, en cambio sí a una persona alegre.

En el Evangelio de hoy Jesús nos da un testimonio más de su alegrí­a. Hoy nos ha dicho: Les he dicho esto para que mi alegrí­a esté en ustedes y su alegrí­a sea plena. ¡Jesús quiere que nuestra alegrí­a sea plena! Porque la vida del cristiano no es solamente renuncias y penitencias y sufrimientos, ¡es sobre todo alegrí­a! Un cristiano que no vive la alegrí­a es porque algo no está caminando bien. Jesús nos va a dar la clave fundamental el dí­a de hoy de cómo alcanzarla. ¿Quieres ser alegre? Dos consejos: permanece en el amor de Dios y sigue sus mandamientos. Porque la verdadera alegrí­a brota de estar junto a Jesús, de seguirlo de cerca, de seguir su camino, sus mandatos, que no son una imposición, sino son camino de libertad. Es una alegrí­a que ni siquiera los momentos de dolor y de dificultad la destruyen, sino que la transforman, la transforman en esperanza. Nos busquemos la felicidad en otros lugares donde no está. Sólo en el corazón amoroso de Jesús y por consecuencia en el camino que nos muestra, podremos encontrarla.

P. Juan José Paniagua