Jueves 09 de Marzo de 2017

Jesús dijo a sus discípulos: Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.

Comentario:

Hoy Jesús nos invita a pedir con confianza, nunca sentirnos cortos de pedirle a Dios, Él es el Padre bueno, que quiere dar lo mejor a sus hijos. Pero es un buen momento para preguntarnos, ¿cuál es nuestra actitud cuando pedimos? ¿Ponemos toda nuestra confianza en el Señor? Porque quizá nos ocurre que pedimos, pero con desconfianza. Pedimos pero en realidad sin creerle a Dios, desconfiando que nos lo podrá conceder. Pedimos y en seguida nos convertimos en fiscalizadores de Dios: que se cumpla tal cual lo que queremos. Porque esa es la actitud del soberbio, que pide con aparente humildad, pero no tolera que las cosas no vayan a salir según sus planes. Porque a veces pensamos así, sobre todo cuando Dios no nos concede las cosas a la manera que nosotros quisiéramos. Nos ponemos en la posición de pensar que si nosotros fuéramos Dios hubiéramos hecho las cosas mejor que Él. 

Quizá nos falta aprender a pedirle mejor a Dios. No le pidamos sólo que nos quite mágicamente los problemas de encima. Pidámosle sobre todo que nos guíe en nuestras acciones, que nos ayude a librar un buen combate, que nos de las fuerzas para vivir a plenitud nuestra vocación, para entregarnos en nuestro llamado, por más adversidades que se presenten. Pidamos en primer lugar la fuerza para vivir el amor y el resto pongámoslo en Sus manos.

Pidamos con esa confianza a Jesús, que siempre nos oye y sabe darnos lo que más nos conviene. "Pidan y se les dará", dice el Evangelio. Porque el verdadero poder de la oración no es sólo que obtengamos cosas buenas. Sino sobre todo que seamos buenos. Y ese bien Dios siempre nos lo da. Dios siempre se da a Sí mismo, nunca nos deja con las manos vacías.

P. Juan José Paniagua