El fraile santo

Físicamente, Fray Galvão fue un hombre alto, fuerte y de porte elegante.

Cuando fue exhumado en 1991, se verificó que, al morir a los 83 años de edad, tenía de alto 1,90 metros aproximadamente, corroborándose así lo que la tradición oral versaba sobre su porte y estatura. En el libro “Frei Galvão - Bandeirante de Cristo”, informa Maristela que “Fray Galvão era físicamente bien dotado”, y que en el poblado de Itu “llamaba la atención por su bella apariencia y aire edificante y noble”.

No solo fue considerado un hombre atractivo, sino también un santo, lo que era repetido en todo el Vale de Paraíba, donde “era respetado, venerado y conocido como el fraile santo”.

Los Concejales de São Paulo contemporáneos de Fray Galvão lo consideraban “apreciadísimo para la Capitanía, porque en él todos encontraban auxilio eficaz para sus necesidades espirituales. Entre los beneficios que prodigaba, el más grande era el de la paz...” Igualmente el Senado de la Cámara de São Paulo dejó registrado que los habitantes de esta ciudad no podrán soportar un solo instante la ausencia del religioso que, por sus costumbres ejemplarísimas, sirve de honra y consolación a todos sus hermanos y a todo el pueblo de la Capitanía. El Senado de la Cámara y el Excelentísimo Señor Obispo Diocesano lo respetaban como un varón santo.

Cuando Fray Galvão falleció el 23 de diciembre de 1822, la fama de su santidad ya se había difundido por todo el Brasil. El numeroso pueblo que asistió al funeral, deseoso de guardar una reliquia suya, fue cortando pequeños trozos de su hábito, quedándole éste reducido hasta sus rodillas. Como él no tenía otro hábito más que ese, le pusieron uno de otro fraile, quedándole muy corto. Así, Fray Galvão fue sepultado delante del altar mayor de la Iglesia de la Luz, por él mismo edificada.

La primera lápida de su tumba corrió la misma suerte de su hábito; en pequeños pedazos fue llevada poco a poco por los devotos. Esas piedritas, que eran puestas en vasos con agua para uso de los enfermos, actualmente son rarísimas. Reliquias preciosas son, de igual manera, los cordones del hábito de Fray Galvão, que eran muy usados para ponerlos en la cintura de las parturientas en peligro de muerte. Uno de ellos puede verse en el Museo Fray Galvão, en Guaratinguetá.

Hoy, no son pocos los estudios, trabajos y libros que describen la vida y la obra de virtudes y de santidad de Fray Galvão. En todos ellos, el gran franciscano es siempre enaltecido “... por sus raras virtudes, que lo hicieron considerado santo... y fallecido en santidad..., siendo su memoria venerada hasta hoy como la de un santo”.