TEXTO y VIDEO: Saludo del Papa en el Centro Penitenciario Femenino de Santiago de Chile

TEXTO y VIDEO: Saludo del Papa en el Centro Penitenciario Femenino de Santiago de Chile
El Papa Francisco en el Centro Penitenciario Femenino en Chile. Captura Youtube

El Papa Francisco visitó esta tarde el Centro Penitenciario Femenino en Santiago de Chile en el que se encontró con unas 400 reclusas a quienes las alentó a recordar que siempre se puede comenzar de nuevo, que todos somos pecadores y que deben recordar que la soceidad tienen la obligación de reinsertarlas.

A continuación el texto completo del saludo del Santo Padre:

Queridas hermanas y hermanos:

Gracias, gracias, gracias por lo que hicieron y gracias por la oportunidad que me dan para visitarlas, para mí es importante compartir este tiempo con ustedes y poder estar más cerca de tantos hermanos nuestros que hoy están privados de la libertad.

Gracias hermana Nelly por sus palabras y especialmente por testimoniar que la vida triunfa siempre sobre la muerte, siempre.

Gracias Janeth, por animarte a compartir con todos nosotros tus dolores y ese valiente pedido de perdón. ¡Cuánto tenemos que aprender de esa actitud tuya llena de coraje y humildad! Te cito: «Pedimos perdón a todos los que herimos con nuestros delitos». Gracias por recordarnos esa actitud sin la cual nos deshumanizamos, todos tenemos que pedir perdón, yo el primero. Todos. Eso nos humaniza, sin esta actitud de pedir perdón perdemos la conciencia que nos equivocamos, de que nos podemos equivocar y que cada día estamos invitados a volver a empezar, de una u otra manera.

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También ahora me viene al corazón la frase de Jesús: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra» (Jn 8,7), lo saben bien, ¿cómo era?... ¿Y saben lo que yo suelo hacer yo a veces en los sermones cuando hablo que todos tenemos algo adentro o por debilidad o porque siempre caemos, o lo tenemos muy escondido? Le digo a la gente: a ver todos somos pecadores todos tenemos pecado, o acá hay alguno que no tenga pecado, que levante la mano. Ninguno se anima a levantar la mano. Él nos invita Jesús a dejar la lógica simplista de dividir la realidad en buenos y malos, para ingresar en esa otra dinámica capaz de asumir la fragilidad, los límites e incluso el pecado, para ayudarnos a salir adelante.

Cuando ingresaba, me esperaban unas madres con sus hijos. Ellos me dieron la bienvenida ¡Y qué bien se puede expresar en dos palabras: ¡madre, hijos!

Madre: muchas de ustedes son madres y saben qué significa gestar la vida. Han sabido «cargar» en su seno una vida, la gestaron.

La maternidad nunca es ni será un problema, es un don, es uno de los regalos más maravillosos que puedan tener. Y hoy tienen un desafío muy parecido: se trata también de gestar vida. Hoy a ustedes se les pide que gesten el futuro. Que lo hagan crecer, que lo ayuden a desarrollarse. No solamente por ustedes, sino por sus hijos y por la sociedad toda. Ustedes, las mujeres, tienen una capacidad increíble de poder adaptarse a la situación y salir adelante.

Quisiera hoy apelar a esa capacidad de gestar futuro, capacidad de gestar futuro que viven en cada una de ustedes. Esa capacidad que les permite luchar contra los tantos determinismos «cosificadores» es decir, que transforman a las personas en cosa, ¿no? que terminan matando la esperanza. Ninguno de nosotros es cosa, todos somos personas y como personas tenemos esa dimensión de esperanza. No nos dejemos cosificar, no soy un número. No soy el detenido número tal, soy fulano de tal, que gesta esperanza porque quiere parir esperanza.

Estar privadas de la libertad, como bien nos decía Janeth, no es sinónimo de pérdida de sueños y esperanza. Es verdad es muy duro, es doloroso, pero no quiere decir perder la esperanza, no quiere decir dejar de soñar. Ser privado de la libertad no es lo mismo que estar privado de la dignidad. No, no es lo mismo.

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La dignidad no se toca a nadie, se cuida se custodia, se acaricia. Nadie puede ser privado de la dignidad y ustedes están privadas de la libertad. De ahí  que es necesario luchar contra todo tipo de corsé, de etiqueta que diga que no se puede cambiar, o que no vale la pena, o  que todo da lo mismo, como dice el tango argentino, "que va, que todo es igual, que allá en el horno nos vamos a encontrar". No, no es todo lo mismo.

Queridas hermanas, no. Todo no da lo mismo, cada esfuerzo que se haga por luchar por un mañana mejor -aunque muchas veces pareciera que cae en saco roto- siempre dará fruto y se verá recompensado.

La segunda palabra madre, hijo: ellos son fuerza, son esperanza, son estímulo. Son el recuerdo vivo de que la vida se construye para delante y no hacia atrás. Hoy estás privada de libertad, eso no significa que esta situación sea el fin. De ninguna manera. Siempre mirar el horizonte, mirar hacia adelante, mirar hacia la reinserción en la vida corriente de la sociedad. Una condena sin futuro no es una condena humana es una tortura.

Toda pena que uno está llevando adelante para pagar una deuda con la sociedad tiene que tener horizonte, es decir, el horizonte de reinsertar de nuevo y prepararme para la reinserción. Eso exíjanlo a ustedes mismas y a la sociedad.

Miren siempre el horizonte hacia adelante hacia la reinserción de la vida corriente de la sociedad. Por ello, celebro e invito a intensificar todos los esfuerzos posibles para que los proyectos como el Espacio Mandela y la Fundación Mujer levántate puedan crecer y robustecerse.

El nombre de la Fundación me hace recordar ese pasaje evangélico donde muchos se burlaban de Jesús por decir que la hija del jefe de la sinagoga no estaba muerta sino dormida. Se burlaban se reían de él. Frente a la burla, la actitud de Jesús es paradigmática; entrando donde la chica estaba, la tomó de la mano y le dijo: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!» (Mc 5,41). Para todos estaba muerta, para Jesús no. Este tipo de iniciativas son signo vivo de que este Jesús que entra en la vida de cada uno de nosotros, que va más allá de toda burla, que no da ninguna batalla por perdida con tal de tomarnos las manos e invitarnos a levantarnos. ¡Qué bueno que haya cristianos  que haya personas de buena voluntad, que haya personas de cualquier creencia de cualquier opción religiosa en la vida o no religiosa pero de buena voluntad que sigan las huellas de Jesús y se animen a entrar y a ser signo de esa mano tendida que levanta! Yo te lo pido ¡levántate! Siempre levántate.

Todos sabemos que muchas veces, lamentablemente, la pena de la cárcel puede ser pensada o reducida a un castigo, sin ofrecer medios adecuados para generar procesos. Es lo que les decía yo sobre la esperanza, mirar adelante y generar procesos de reinserción. Este tiene que ser el sueño de ustedes: la reinserción. Y si es larga procurar llevar este camino, lo mejor posible para que sea más corta, pero siempre reinserción. La sociedad tiene la obligación, obligación, de reinsertarlas a todas.

Cuando digo reinsertarlas a todas, digo reinsertarlas a cada una, cada una con el proceso  personal de reinserción, una por un camino, otra por otro, una con más tiempo, otra con menos tiempo, pero es una persona que está en camino hacia la reinserción. Eso métanselo en la cabeza y exíjanlo. Esto es generar un proceso.

En cambio, estos espacios que promueven programas de capacitación laboral y acompañamiento para recomponer vínculos son signo de esperanza y de futuro. Ayudemos a que estas cosas crezcan. La seguridad pública no hay que reducirla solo a medidas de mayor control sino, y sobre todo, edificarla con medidas de prevención, con trabajo, educación y mayor comunidad.

Quiero decir que con estos pensamientos, quiero bendecir a todas ustedes y también saludar a los agentes de pastoral a los voluntarios, a los profesionales, y de manera especial a los funcionarios de Gendarmería y a sus familias.

Rezo por ustedes, ustedes tienen una tarea delicada, una tarea compleja y por eso los invito a ustedes autoridades a que puedan también darles a ustedes las condiciones necesarias para desarrollar sus trabajos con dignidad, dignidad que genera dignidad.

La dignidad se contagia, se contagia más que la gripe, la dignidad se contagia, la dignidad genera dignidad.

A María, ella que es Madre y para la cual somos hijos -ustedes son sus hijas-, le pedimos que interceda por ustedes, por cada uno de sus hijos, por las personas que tienen en el corazón, y los cubra con su manto. Y por favor les pido que recen por mi porque lo necesito. Gracias.

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