Es decir, una educación -alfabetización- que integre y armonice el intelecto -, los afectos y las manos es decir, la cabeza y la acción. Esto brindará y posibilitará a los estudiantes un crecimiento no solo armonioso a nivel personal sino, simultáneamente, a nivel social.
Urge generar espacios donde la fragmentación no sea el esquema dominante, incluso del pensamiento; para ello es necesario enseñar a pensar lo que se siente y se hace; a sentir lo que se piensa y se hace; a hacer lo que se piensa y se siente. Un dinamismo de capacidades al servicio de la persona y de la sociedad.
La alfabetización, basada en la integración de los distintos lenguajes que nos conforman, irá implicando a los estudiantes en su propio proceso educativo; proceso de cara a los desafíos que el mundo próximo le va a presentar. El «divorcio» de los saberes y de los lenguajes, el analfabetismo sobre cómo integrar las distintas dimensiones de la vida, lo único que consigue es fragmentación y ruptura social.
En esta sociedad líquida o ligera, como la han querido denominar algunos pensadores, van desapareciendo los puntos de referencia desde donde las personas pueden construirse individual y socialmente. Pareciera que hoy en día la 'nube' es el nuevo punto de encuentro, que está marcado por la falta de estabilidad ya que todo se volatiliza y por lo tanto pierde consistencia.