Pienso en los grupos de oración, que San Pío ha definido «viveros de fe, hogares de amor»; no solo centros de encuentro para estar bien con los amigos y consolarse un poco, sino hogares de amor divino. ¡Y estos son los grupos de oración! La oración, en efecto, es una verdadera y propia misión, que lleva el fuego del amor a toda la humanidad. El Padre Pío dijo que la oración es una «fuerza que mueve el mundo»: la oración es una fuerza que mueve el mundo. Pero, ¿nosotros creemos en esto? ¡Es así! ¡Hagan la prueba! Esa – agregó – «extiende la sonrisa y la bendición de Dios sobre toda languidez y debilidad» (II Encuentro Internacional de los grupos de oración, 5 de mayo de 1966).
La oración, entonces, no es una buena práctica para conseguir un poco de paz en el corazón; tampoco un medio devoto para obtener de Dios lo que nos sirve. Si fuera así, estaría movida por un sutil egoísmo. Pero, yo rezo para estar bien, como si tomara una aspirina: no, no es así. Yo rezo para obtener esto: pero esto es hacer un negocio. No es así. La oración es otra cosa. Es otra cosa. La oración es, en realidad, una obra de misericordia espiritual, que quiere llevarlo todo al corazón de Dios. Toma tú, que eres padre: y seria así, para hacerlo simple. La oración es decir: "pero, toma tú, que eres padre, tu eres padre. Míranos, tú, que eres padre". Es esta la relación con el padre. La oración es así. Es un don de fe y de amor, una intercesión tan necesaria como el pan. En una palabra, significar confiar; es decir, confiar a la Iglesia, confiar a las personas, confiar las situaciones al Padre: "yo te encomiendo esto", para que las cuide. Por ello, la oración, como amaba decir el Padre Pío, es «la mejor arma que tenemos, una llave que abre el corazón de Dios». Una llave que abre el corazón de Dios: es una llave fácil. El corazón de Dios no está blindado con tantas medidas de seguridad. Tú puedes abrirlo con una llave común, con la oración. Porque tiene un corazón de amor, un corazón de padre. Es la fuerza más grande de la Iglesia, que nunca debemos dejar, porque la Iglesia da frutos si hace como la Virgen y los Apóstoles, que «perseveraban unidos en la oración» (Hch 1,14), cuando esperaban el Espíritu Santo. Perseverantes y firmes en la oración. De lo contrario, se corre el riesgo de apoyarse donde sea: en los medios, el dinero, el poder; y luego la evangelización desvanece y la alegría se apaga y el corazón se hace aburrido. ¿Ustedes quieren tener un corazón aburrido? ¿No? ¿Quieren tener un corazón gozoso? ¡Sí! Recen: esta es la receta.
Mientras les agradezco su empeño, los animo a fin de que los grupos de oración sean "centrales de misericordia": centrales siempre abiertas y activas, que con el poder humilde de la oración provean al mundo la luz de Dios y la energía del amor a la Iglesia. El Padre Pío, que se definía sólo «un pobre fraile que reza», escribió que la oración es «el más alto apostolado que un alma pueda ejercer en la Iglesia de Dios» (Epistolario II, 70). ¡Sean siempre apóstoles gozosos de la oración! La oración hace milagros. El Apostolado de la oración hace milagros.