Objetivos que exigen prestar una atención especial al rol de la mujer, de los jóvenes, de los más pobres y de los enfermos. En realidad, el verdadero desarrollo se mide por la solicitud hacia el hombre -corazón de todo desarrollo-, a su educación, a su salud y a su dignidad; de hecho, la grandeza de cualquier nación se revela en el cuidado con que atiende a los más débiles de la sociedad: las mujeres, los niños, los ancianos, los enfermos, los discapacitados, las minorías, para que nadie, ni ningún grupo social, quede excluido o marginado.
Ante un escenario mundial delicado y complejo, que hace pensar a lo que he llamado una «guerra mundial por partes», cabe afirmar que no se puede construir la civilización sin rechazar toda clase de ideología del mal, de la violencia, así como cualquier interpretación extremista que pretenda anular al otro y eliminar las diferencias manipulando y profanando el Santo Nombre de Dios. Usted, Señor Presidente, que ha hablado de esto con claridad muchas veces y en distintas ocasiones, merece ser escuchado y valorado.
Todos tenemos el deber de enseñar a las nuevas generaciones que Dios, el Creador del cielo y de la tierra, no necesita ser protegido por los hombres, sino que es él quien protege a los hombres; él no quiere nunca la muerte de sus hijos, sino que vivan y sean felices; él no puede ni pide ni justifica la violencia, sino que la rechaza y la desaprueba. El verdadero Dios llama al amor sin condiciones, al perdón gratuito, a la misericordia, al respeto absoluto a cada vida, a la fraternidad entre sus hijos, creyentes y no creyentes.
Tenemos el deber de afirmar juntos que la historia no perdona a los que proclaman la justicia y en cambio practican la injusticia; no perdona a los que hablan de igualdad y desechan a los diferentes. Tenemos el deber de quitar la máscara a los vendedores de ilusiones sobre el más allá, que predican el odio para robar a los sencillos su vida y su derecho a vivir con dignidad, transformándolos en leña para el fuego y privándolos de la capacidad de elegir con libertad y de creer con responsabilidad.