Hablando a los cristianos, Pablo parte de un dato indudable, que no es el éxito de una reflexión de algún hombre sabio, sino un hecho, un simple hecho que ha intervenido en la vida de algunas personas. El cristianismo nace de aquí. No es una ideología, no es un sistema filosófico, sino es un camino de fe que parte de un advenimiento, testimoniado por los primeros discípulos de Jesús. Pablo lo resume de este modo: Jesús murió por nuestros pecados, fue sepultado, resucitó al tercer día y se apareció a Pedro y a los Doce (Cfr. 1 Cor 15,3-5). Este es el hecho. Ha muerto, fue sepultado, ha resucitado, se ha aparecido. Es decir: Jesús está vivo. Este es el núcleo del mensaje cristiano.
Anunciando este advenimiento, que es el núcleo central de la fe, Pablo insiste sobre todo en el último elemento del misterio pascual, es decir, en el hecho de que Jesús ha resucitado. Si de hecho, todo hubiese terminado con la muerte, en Él tendríamos un ejemplo de entrega suprema, pero esto no podría generar nuestra fe. Ha sido un héroe. ¡No! Ha muerto, pero ha resucitado. Porque la fe nace de la resurrección. Aceptar que Cristo ha muerto, y ha muerto crucificado, no es un acto de fe, es un hecho histórico. En cambio, creer que ha resucitado sí. Nuestra fe nace en la mañana de Pascua. Pablo hace una lista de las personas a las cuales Jesús resucitado se les aparece (Cfr. vv. 5-7). Tenemos aquí una pequeña síntesis de todas las narraciones pascuales y de todas las personas que han entrado en contacto con el Resucitado. Al inicio de la lista están Cefas, es decir, Pedro, y el grupo de los Doce, luego "quinientos hermanos" muchos de los cuales podían dar todavía sus testimonios, luego es citado Santiago. El último de la lista – como el menos digno de todos – es él mismo, Pablo dice de sí mismo: "como un aborto" (Cfr. v. 8).
Pablo usa esta expresión porque su historia personal es dramática: pero él no era un monaguillo, ¿eh? Él era un perseguidor de la Iglesia, orgulloso de sus propias convicciones; se sentía un hombre realizado, con una idea muy clara de cómo es la vida con sus deberes. Pero, en este cuadro perfecto – todo era perfecto en Pablo, sabía todo – en este cuadro perfecto de vida, un día sucedió lo que era absolutamente imprevisible: el encuentro con Jesús Resucitado, en el camino a Damasco. Allí no había sólo un hombre que cayó en la tierra: había una persona atrapada por un advenimiento que le habría cambiado el sentido de la vida. Y el perseguidor se convierte en apóstol, ¿Por qué? ¡Porque yo he visto a Jesús vivo! ¡Yo he visto a Jesús resucitado! Este es el fundamento de la fe de Pablo, como de la fe de los demás apóstoles, como de la fe de la Iglesia, como de nuestra fe.