Son huérfanos pero 'en familia', porque los padres a menudo están ausentes, incluso físicamente, de casa, pero sobre todo porque, cuando están, no se comportan como padres, no dialogan con sus hijos, no cumplen con su tarea educativa, no dan a los niños con su ejemplo acompañado de las palabras, aquellos principios, aquellos valores, esas reglas de vida, de las que necesitan como el pan.
La calidad educativa de la presencia paterna es mucho más necesaria cuanto más el papá se ve obligado por trabajo a estar lejos de casa. A veces pareciera que los papás no supieran bien qué lugar ocupar en la familia y cómo educar a los hijos. Y entonces, ante la duda, se abstienen, se retiran y descuidan sus responsabilidades, tal vez, refugiándose en una relación improbable "a la par" con los hijos. Es verdad que debes ser compañero de tu hijo, pero sin olvidar que tú eres el padre ¿eh? Si solamente te comportas como un compañero 'a la par' de tu hijo, esto no le hará bien al muchacho.
Pero esto también lo vemos en la comunidad civil. La comunidad civil con sus instituciones, tiene una cierta responsabilidad, podemos decir, paterna hacia los jóvenes. Una responsabilidad que a veces descuida o ejerce mal. También ella a menudo los deja huérfanos y no les propone una verdad de perspectiva.
Los jóvenes quedan, así, huérfanos de caminos seguros a recorrer, huérfanos de maestros en los cuales confiarse, huérfanos de ideales que inflamen el corazón, huérfanos de valores y esperanzas que los sostengan cotidianamente. Son llenados, tal vez, de ídolos, pero se les roba el corazón; son empujados a soñar diversiones y placeres, pero no se les da trabajo; son ilusionados con el dios dinero, y se les niegan las verdaderas riquezas.