No hagamos de la fe una teoría abstracta donde las dudas se multiplican. Más bien, hagamos de la fe nuestra vida. Busquemos practicarla en el servicio a los hermanos, especialmente a los más necesitados. Y entonces, tantas dudas desaparecerán, porque sentimos la presencia de Dios y la verdad del Evangelio en el amor que, sin merito nuestro, habita en nosotros y lo compartimos con los demás.
Como se puede ver, queridos hermanos y hermanas, también estas dos obras de misericordia no están lejos de nuestra vida. Cada uno de nosotros puede comprometerse en vivirlas para poner en práctica la palabra del Señor cuando dice que el misterio del amor de Dios no ha sido revelado a los sabios y a los inteligentes, sino a los pequeños (Cfr. Lc 10,21; Mt 11,25-26).
Por lo tanto, la enseñanza más profunda que estamos llamados a transmitir y la certeza más segura para salir de la duda, es el amor de Dios con el cual somos amados (Cfr. 1 Jn 4,10). Un amor grande, gratuito y dado para siempre.
Pero, ¡Dios jamás da marcha atrás con su amor, jamás! Va siempre adelante, se queda ahí, es dado para siempre este amor del cual debemos sentir una fuerte responsabilidad, para ser sus testimonios ofreciendo misericordia a nuestros hermanos. Gracias.