Tengo que reconocer que en los momentos difíciles, dolorosos, llenos de lágrimas o de soledad he sentido el deseo de renegar de la vida y de Ti, y en ocasiones lo he hecho. Pero se que Tú me comprendes y perdonas, porque conoces lo débil de mi corazón. Te pido que aumentes y reafirmes mi fe y la de quienes reniegan de ti.
Durante este año me tuve que separar de personas a las que amo por diversas razones: por el bien mutuo, por trabajo, porque la relación no podía continuar o porque los hijos tienen que independizarse abandonando el hogar. También has llamado a tu presencia a alguno de mis seres queridos o a personas cercanas. Quiero decirte que la muerte y la separación siempre son muy dolorosas. Y aunque se que los difuntos gozan ya de una vida mejor, extraño su presencia. El vacío que me han dejado, nadie podrá llenarlo. Te pido por todos los que se han ido y, por mí para, que me ayudes a aceptar esta separación y esperar con verdadera esperanza el momento final en que todos estaremos unidos junto a Ti.
Comprendo que muchos momentos difíciles los pude hacer más fáciles, que pude evitar las caídas o tropiezos y que muchos obstáculos habrían sido más fáciles de vencer pidiendo siempre tu ayuda. Sin embargo, en algunas ocasiones por soberbia preferí hacerte a un lado y confiar solo en mí. Confié en mis propias fuerzas e hice a un lado la oración. Confieso que también confié solo en el alimento del cuerpo dejando a un lado el alimento espiritual y la sagrada comunión. Te pido que en este año que inicia me ayudes a acercarme más al Sacramento de la Eucaristía.
Tu gran Misericordia me permite vivir un año más, te pido me ayudes a vivirlo más intensamente, más cerca de Ti, para que en el momento en que me llames a tu presencia llegue ante Ti con una alma limpia y lleno de frutos de amor.