Sor María Teresa del Niño Jesús, de 47 años de edad, vive desde 1992 en un Monasterio de clausura de Carmelitas Descalzas en Roma y asegura que nunca siente encierro alguno, porque cuando uno encuentra de verdad a Jesús, el espacio del corazón se hace infinito.

En una entrevista concedida a ACI Prensa el 1 de octubre, Sor Teresa afirmó que la vida de clausura “es maravillosa. De vez en cuando me preguntan ¿No te gustaría salir? Pero yo no me doy ni cuenta, porque vivimos en nuestro corazón, dentro de nuestro alma, y ahí, los espacios son grandísimos e infinitos”.

Al contrario de lo que muchos puedan pensar, “yo no siento esta clausura. Es una vida tranquila, de gran unión con Dios y su voluntad, y uno está siempre abierto hacia los demás. Esto no pone en dificultad, ni me cansa, ni me crea la necesidad de irme. Porque lo hago siempre por los demás”, dijo.

Sor Teresa, quien tomó su nombre de Santa Teresita de Lisieux, explicó que cuando buscaba su vocación, le habría gustado hacer cientos de cosas en vez de ser religiosa de clausura.

“Me hubiese encantado ser profesora de niños, enfermera. Me hubiese gustado hacer catecismo en las parroquias, ir a predicar el nombre de Jesús en todo el mundo, como santa Teresita, me habría gustado hacer todo, pero humanamente es imposible. Si se enseña teología, no se puede al mismo tiempo ir a curar a los pobres, entonces ella me dio esta gran certeza de haber encontrado la posibilidad de realmente hacerlo todo, hablándole directamente al Señor, y donando mi vida de manera completa y absoluta aquí, en el monasterio”.

En este sentido, explicó que la clausura es una manera fundamental de ayudar a los demás y de entregarse a Dios, y señaló que tiene la esperanza y la certeza en la fe, de que por su sacrificio, “Dios llega a los pobres, a los enfermos, a los indios que nunca han visto un sacerdote”, y por eso, “me encuentro feliz y satisfecha de haber encontrado mi sitio”.

Entró al monasterio para rezar por los necesitados, y eso la hace feliz
Al ser preguntada por el día más feliz de su vida desde que inició la clausura, Sor Teresa, con una gran sonrisa respondió: “muchísimos, podría decir que si no todos, casi todos”, aunque quizá, el que más, “cuando me dijeron que había sido admitida y que podría elegir un nombre nuevo si quería”, “para mí fue una explosión de alegría”, “la alegría que se encuentra quien es llamada, quien tiene vocación, siempre es inmensa, y grandísima”.

Un día normal en la vida de clausura

Al explicar cómo es un día normal en el monasterio, la religiosa explicó a ACI Prensa que además de cultivar el alma y el rezo para su acercamiento a Dios, se ocupa de la cocina, del jardín, del gallinero, toca el piano durante la Misa, y hace de enfermera para cuidar a las religiosas ancianas.

Además, Sor Teresa tiene alma de artista, y se encarga de pintar las bendiciones papales que Benedicto XVI otorga a los matrimonios, las primeras comuniones, o las ordenaciones sacerdotales. Los dibujos son siempre artesanales, pintados a mano y con letra gótica. Posteriormente son firmados en el Vaticano.

Se llamaba Alberta y ahora es Sor Teresa del Niño Jesús
Antes de consagrarse al Señor, Sor Teresa se llamaba Alberta. Eligió el nombre de Santa Teresita del Niño Jesús, Doctora de la Iglesia, y carmelita descalza, porque vio que ella “tenía una comprensión genial del Evangelio como el niño confiado que se acerca a su padre”.

“Viendo mis debilidades, mis miserias, mis dificultades concretas, me apoyé en ella, porque muchas veces te das cuenta que no llegas a la santidad en todo momento, que no eres tan hábil, tan fuerte”.

Santa Teresita decía: “yo soy consciente de todos mis defectos, pero a cada paso, me doy cuenta de que solo hay que lanzarse con confianza a los brazos del Padre, al corazón de Jesús, por que perdona todo y transforma todo. También mis debilidades, y mis caídas”.

Por eso, “yo no me desanimo, tampoco cuando veo que me equivoco en algo. Voy con confianza al Padre de los Cielos, y comienzo de nuevo”, concluyó.