Estos signos, como dice la Gaudium et spes, deben ser releídos a la a la luz del Evangelio: este es el "tiempo favorable", es el momento del compromiso concreto, es el contexto dentro del cual estamos llamados a trabajar para hacer crecer el Reino de Dios. ¡Cuánta pobreza y soledad lamentablemente vemos en el mundo de hoy! ¡Cuántas personas viven en gran sufrimiento y piden a la Iglesia ser signo de la cercanía, de la bondad, de la solidaridad y de la misericordia del Señor! Esta es una tarea que de manera particular compete a cuantos tienen la responsabilidad de la pastoral: al obispo en su diócesis, al párroco en su parroquia, a los diáconos en el servicio de la caridad, a los catequistas y a las catequistas en su ministerio de transmitir la fe.
En conclusión, todos aquellos que están comprometidos en los diversos ámbitos de la pastoral están llamados a reconocer y leer estos signos de los tiempos para dar una respuesta sabia y generosa. Ante tantas exigencias pastorales, ante tantos pedidos de hombres y mujeres, corremos el riesgo de asustarnos y de encerrarnos en nosotros mismos, en una actitud de miedo y defensa. Y de ahí nace la tentación de la autosuficiencia y del clericalismo, aquel modo de codificar la fe en reglas y normas, como hacían los escribas, los fariseos y los doctores de la ley del tiempo de Jesús.
Tendremos todo claro, todo ordenado, pero el pueblo creyente y en búsqueda continuará a tener hambre y sed de Dios. También, he dicho algunas veces que la Iglesia se parece a un hospital de campaña: tanta gente herida, tanta gente herida… que nos pide cercanía, que nos piden aquello que pedían a Jesús: cercanía, proximidad. Y con esta actitud de los escribas, de los doctores de la ley y fariseos, ¡jamás! - ¡jamás! daremos un testimonio de cercanía.
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