"Los grandes pueden permitirse el lujo de dudar porque son grandes", afirmó el Papa.
"Los grandes se pueden permitir la duda, y eso es bello. Están seguros de la vocación, pero cuando el Señor les hace ver una nueva bifurcación del camino, les entra la duda. 'Pero esto no es ortodoxo, esto es herético, este no es el Mesías que yo esperaba'. El diablo hace este trabajo. Esa es la grandeza de Juan, un grande, el último de aquella serie de creyentes que comienza con Abraham, que predicó la conversión, que no utiliza medias palabras para condenar el orgullo, que al final de su vida se permite dudar. Y este es un buen programa de vida cristiana".
Francisco concluyó la homilía pidiendo "a San Juan Bautista la gracia de la valentía apostólica de decir siempre las cosas con verdad, con amor pastoral, para recibir a la gente con lo poco que se puede dar. Dios hará el resto. Y que nos conceda también la gracia de dudar. Que tantas veces, quizás al final de nuestras vidas, podamos preguntar: '¿Pero es verdad todo aquello en lo que he creído o sólo son fantasías?', la tentación contra la fe, contra el Señor".
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