8.- Pero además, hay que considerar la importancia y el valor del celibato sacerdotal cuando es vivido auténticamente por los consagrados –religiosos– y los presbíteros de la Iglesia latina. Se trata de una forma de entregar, de consagrar el corazón y toda la vida a Dios, para dar testimonio de su grandeza, de que Él es lo más importante, de que ¡su amor es lo máximo posible! ¡De que su amor nos hace inmensamente felices!
9.- Se trata también de configurarnos a Cristo, buen pastor y sumo y eterno sacerdote, que se entregó a su Padre celestial siendo célibe, para dar vida divina al mundo (Jn 10,10), para ofrecer su existencia en sacrificio de suave oblación al Padre por la salvación del mundo.
El celibato es una consagración total, que hace presente a Cristo en el mundo de hoy. El sacerdote diocesano célibe, así como el religioso, da testimonio de que ama a Dios más que a todas las cosas y de que se ha entregado a la Iglesia y a sus hermanos, los seres humanos, para darles los dones divinos, para acercarlos a Dios, para hacer presente a Cristo en medio de su pueblo.
La experiencia venezolana: las vocaciones pueden aumentar. ¡De hecho han aumentado!
10.- Creo que la solución a la atención de las comunidades está en que haya una mayor actividad evangelizadora y santificadora, para fortalecer la vida de fe en esas comunidades cristianas sin sacerdotes.
La evangelización, junto con la pastoral juvenil y vocacional dan resultados, a mediano y largo plazo. Lo hemos visto en Venezuela. Diócesis como Coro, Maracay, Maturín, Barcelona, Valencia, San Felipe, La Guaira, entre otras, registran un aumento significativo de vocaciones sacerdotales en los últimos 40 o 50 años.
No cabe duda de que la labor de misioneros amazónicos ha sido y es magnífica, sacrificada, digna de todo respeto, reconocimiento y alabanza. Pero a pesar de eso no hay vocaciones. Por esto hay que estudiar con sinceridad y realismo por qué motivo la predicación evangélica y el trabajo misionero no ha producido más frutos en las comunidades indígenas, entre ellos vocaciones autóctonas al sacerdocio o a la vida consagrada.
Una solución imperfecta y problemática
11.- Ahora bien: ¿Ordenar sacerdotes a unos buenos ancianos de función solamente litúrgica dará el impulso necesario a la vida de la Iglesia? Pero además, el tema de ancianos casados llamados al sacerdocio es demasiado importante y grave para que un Sínodo regional lo resuelva para la Iglesia universal.
12.- ¿Por qué, entonces, debilitar la disciplina y el valor del celibato sacerdotal con una solución imperfecta y problemática para las poblaciones indígenas de la Amazonia y para la Iglesia universal? Repito, hay muchas interrogantes serias sobre la ordenación de esos buenos ancianos casados. Y no resolvería los problemas de la situación actual. Yo no la veo conveniente ni útil.
Conclusión
13.- Espero y pido a Dios que el Espíritu Santo ilumine a todos los participantes de esa magna asamblea. Pidamos a Dios que este Sínodo dé frutos positivos para una ecología integral. Pero sobre todo, frutos para el fortalecimiento y revitalización de la Iglesia en los países amazónicos, y para un mayor impulso a la labor misionera y evangelizadora de su población, indígena, criolla y mestiza en ese inmenso territorio.
Y que nuestra madre amorosa María Santísima de Guadalupe, Reina de América, interceda por nuestra Iglesia amazónica y universal. Amén.