Obispos agradecen gran labor de los diáconos permanentes en la Iglesia

Obispos agradecen gran labor de los diáconos permanentes en la Iglesia
Diácono Permanente. Créditos: Iglesia en Valladolid (CC BY-SA 2.0)

La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) mandó sus saludos a todos los diáconos permanentes y a sus familias este 10 de agosto, día en que la Iglesia celebra a San Lorenzo Diácono, y agradeció la gran labor que realizan.

En un video, el secretario general de la CEC, Mons. Luis Manuel Alí Herrera, mandó un saludo a "todos los diáconos permanentes y a sus queridas familias" y los felicitó por toda su "labor evangelizadora que hacen en sus iglesias particulares".

"Siempre me ha llamado la atención la dalmática (prenda utilizada por los diáconos) que ustedes utilizan en las ceremonias litúrgicas, porque ellas representan la administración que hacen en la Iglesia y también el servicio a los pobres y a los más vulnerables", agregó.

Mons. Alí indicó que el servicio a la palabra de Dios y todas las actividades litúrgicas, "como la administración de algunos sacramentos y las actividades de evangelización", son un símbolo elocuente del dinamismo que "realizan en cada una de sus iglesias particulares".

"Damos gracias al Señor por todo lo que ustedes hacen en la Iglesia, y también porque son una Iglesia Doméstica, con sus queridas esposas y con sus hijos son un signo fehaciente de lo que el Señor quiere para cada uno de nosotros", concluyó.

San Lorenzo Diácono

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San Lorenzo (225-258) era uno de los siete diáconos "regionarios" de Roma, es decir, tenía a su cargo una de las "regiones" o "cuarteles" de la ciudad. Los diáconos tenían la tarea de asistir al Papa, obispo de Roma, en el cuidado pastoral de los fieles.

Lorenzo, en virtud de su servicio, se hizo muy cercano al Papa San Sixto II, quien moriría martirizado poco antes que Lorenzo, también a manos de los soldados del emperador. El Pontífice había sido apresado mientras celebraba Misa en uno de los cementerios de la Ciudad Eterna, práctica que fue prohibida por el emperador Valeriano, junto con todas las manifestaciones públicas cristianas.

La tradición cuenta que San Lorenzo, al ver que iban a matar a Sixto II, le dijo: "Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu diácono?" y el Santo Padre le respondió: "Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás".

Entonces, Lorenzo, considerando que moriría pronto, juntó todos los bienes de la Iglesia de los que disponía en ese momento -como diácono le era permitido hacerlo-, y empezó a venderlos y repartir el dinero entre los más necesitados.

La autoridad imperial encargada de la ciudad sabía que Lorenzo era administrador de los bienes eclesiales y lo mandó llamar. Una vez que Lorenzo estuvo en su presencia, el prefecto le exigió que entregue los tesoros de la Iglesia que estaban a su cargo y, con ello, costear la próxima campaña militar del emperador. El Santo le pidió tres días de plazo para cumplir el cometido, a lo que el prefecto asintió. Con ello, Lorenzo ganó tiempo para deshacerse de todo.

Al cumplirse el plazo, el diácono juntó a un grupo de gente muy pobre entre lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos a los que él habitualmente ayudaba con limosnas. Junto con ellos se presentó ante la autoridad, diciendo que esos eran los tesoros más preciados de la Iglesia de Cristo.

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Por esta acción, considerada una afrenta, Lorenzo fue condenado a muerte. La orden era que muriese lenta y dolorosamente sobre una parrilla de hierro encendida por haber desafiado la autoridad del emperador. El testimonio sobre su martirio da cuenta del esplendor de su rostro ante la muerte, y se dice que podía sentirse un aroma agradable en medio de la cruel escena.

El martirio de San Lorenzo produjo un crecimiento del número de bautizados y un golpe muy fuerte para los enemigos de la Iglesia. Por su testimonio, muchos paganos abrazaron la fe en Cristo.

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