Le viene de su historia, de su cultura, le viene principalmente del Evangelio de Cristo, que aquí ha echado raíces profundas fecundadas por la sangre de los mártires.
Pero también en este caso, estamos atentos: una ciudad acogedora y fraterna no se reconoce por la "fachada", por los bellos discursos, los eventos altisonantes. No. Se reconoce por la atención cotidiana, "ferial" a quienes tienen fatiga, a las familias que sienten más el peso de la crisis, a las personas con discapacidad grave y a sus familiares, a cuantos tienen necesidad cada día de transporte público para ir al trabajo, a cuantos viven en las periferias, a quienes están complicados por cualquier falla en su vida y necesitan servicios sociales, y así.
Roma es una ciudad maravillosa que no termina de encantar, pero para quien vive aquí es también una ciudad fatigosa, tal vez no siempre digna para los ciudadanos y los huéspedes, una ciudad que a veces descarta.
Espero ahora que todos los que viven y están aquí por trabajo, peregrinación o turismo, todos puedan apreciarla siempre más por la acogida, el cuidado de la dignidad de la vida, la casa común, los más frágiles y vulnerables.