La "panadería de los Papas", ubicada a pocos metros del Vaticano, cierra sus puertas. 

El Borgo Pío ya no es un barrio pobre. La expansión del turismo y la falta de ayudas estatales obligarán a cerrar la panadería de Angelo Arrigoni, de 79 años, donde se horneó pan para los últimos ocho Papas.  

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Un colaborador de confianza del Papa Pío XI acudía a la panadería Arrigoni al amanecer, llevaba consigo un "cofre" del tamaño de un maletín portátil, con cerradura. 

Para prevenir envenenamientos, la llave sólo estaba en posesión de dos personas, una de ellas era el padre de Angelo Arrigoni, antiguo propietario de la panadería, que debía custodiarla hasta dar su vida.

El panadero colocaba en el cofre el pan vienés que le gustaba a Achille Ratti, elegido Pontífice el 6 de febrero de 1922. Luego, el pan pasaba a manos de las monjas al servicio del Papa, quienes tenían la otra llave en el apartamento papal. 

Juan XXIII 

Arrigoni también recuerda con emoción aquel día en el que, siendo niño, se le envió a hacer un recado: llevar el pan al Pontífice Juan XXIII. Se lo entregó en mano en el palacio pontificio. "Recuerdo ese largo corredor. El Papa pasaba y miraba hacia la puerta. Estaba muy avergonzado. Y la monja me dijo: 'Vamos, el Papa quiere hablar contigo'. Estaba emocionado, respondí a todo, pero no recuerdo las palabras".

Juan Pablo II 

Cada Pontífice tiene una predilección por un tipo de pan determinado. "No sabíamos qué tipo de pan le gustaba al Papa de Polonia, así que llamamos por teléfono. La monja le preguntó al Santo Padre, quien respondió: 'El pan que comen mis trabajadores'. Sus obreros venían aquí a comer. Durante todo su largo pontificado, le enviamos cinco rosetas, el pan inflado simple, y cinco 'ciriole', que es un pan clásico romano". 

Benedicto XVI 

También "el Cardenal Joseph Ratzinger venía en invierno a comprar el pan". Según Arrigoni, "parecía un simple sacerdote". "Normalmente compraba el pan de harina integral, una o dos veces por semana. Un sacerdote del Vaticano en la puerta del negocio le saludó con reverencia: '¡Eminencia!'. Fue entonces cuando supe quién era en realidad".  

Después del cónclave de 2005, Angelo se puso en contacto con el apartamento papal para restablecer la tradición de llevar el 'sustento de cada día' al 265º Sucesor de Pedro. "La monja fue a preguntar y al regreso estaba avergonzada: 'No, lo sentimos, pero el Santo Padre ya tiene su propio panadero en Borgo Pio'. Yo le contesté: 'Hermana, yo soy el panadero del Papa' (risas)". "Y así le llevamos el pan incluso cuando ya era Papa Emérito", contó Arrigoni.

Francisco 

"Para nosotros, era el Papa 'argentino' que venía del fin del mundo. Me informé sobre cuál era el pan más común en su país. Estaba listo para prepararlo y hasta ensayé las recetas. Sin embargo, la religiosa nos dijo: 'No, no, el Santo Padre no quiere pan hecho expresamente para él. Le enviarán el pan que les sobra'. Hasta hace poco enviamos el pan".

El cariño de los vecinos 

"Sólo me queda la satisfacción de haber hecho bien mi trabajo", expresó Angelo, quién después de tres generaciones de panaderos en la familia deberá cerrar esta semana el horno que abrieron su abuelo y su padre en 1930, y que mucha gente en el barrio de Borgo Pio reconoce por su olor artesanal y el ambiente familiar que se vive en su interior. 

Las personas vienen a saludar a Angelo con afecto. Algunas mujeres mayores se conmueven. Así acaba un "pedazo de historia" de Roma. La "panadería de los Papas" no sólo deleitó el paladar de los Pontífices, sino también -según cuenta Angelo- el de muchos romanos pobres durante la Gran Depresión que se prolongó en los años previos a la Segunda Guerra Mundial.