Gianna Beretta nació en 1922 en Magenta, localidad ubicada en Milán, Italia. Desde pequeña, acompañaba a su madre a Misa todos los días. A los 15 años asistió a un retiro espiritual ignaciano que dejaría una profunda huella en su alma. Gianna decidió caminar siempre al lado de Dios y esforzarse por alcanzar la santidad. En aquel retiro tomaría como resolución vivir bajo la siguiente máxima: "Mil veces morir antes que cometer un pecado mortal".
Sus días transcurrieron entre el hogar, la escuela, la belleza de los prados de Lombardía y el servicio a la Iglesia. Gianna fue muy devota de la Virgen María, tanto, que poco antes de morir sus palabras estuvieron dirigidas a la Madre de Dios, "su Madre": "Confío en vos, dulce Madre, y tengo la certeza de que nunca me abandonaréis".
La joven italiana constantemente hacía referencia a la Virgen en su apostolado. Así, de manera casi imperceptible, las huellas de su amor filial quedarían profundamente grabadas en la memoria de muchas personas. Y es que Gianna tenía siempre cerca a María, sea en el hogar, sea en los encuentros con otras jóvenes de la Acción Católica, o en las cartas que escribía a Pietro, su futuro esposo.