Llevó también una vida ascética: practicaba habitualmente el ayuno y, cuando no, le bastaba comer algo muy sencillo. Solía decir que "el demonio no le teme tanto a la disciplina y a las camisas de piel, como a la reducción de la comida, la bebida y el sueño".
Siempre peleado con el demonio
Son bastante conocidos los episodios en los que el demonio trató de amedrentarlo o distraerlo sin éxito: en una ocasión hizo temblar su casa hasta por 15 minutos para que deje de orar; en otra oportunidad pretendió que abandonara la Misa que estaba celebrando generando un incendio en su habitación. El Santo manejó con ejemplar serenidad aquel momento: sin moverse del altar. Sólo le pidió a uno de los monaguillos que 'vaya y apague el fuego'.
También, ciertamente, hubo noches terribles, en las que el demonio hacía fuertes ruidos para no dejarlo dormir, mientras se burlaba sugiriendo que abandonara el ayuno: "ya es suficiente". Con todo, después de haber luchado tenazmente, con el corazón seguro, en brazos de la Virgen María, el Cura de Ars se quedaba bien dormido, como si fuese un niño.