Cabe destacar que los siervos que invierten, que arriesgan, son llamados «fieles» cuatro veces (vv. 21.23). Para el Evangelio no hay fidelidad sin riesgo. Pero Padre, ser cristiano, ¿significa arriesgar? Sí, arriesgar. Si tu no arriesgas acabarás enterrando tus capacidades, tus riquezas espirituales, materiales, todo. No hay fidelidad sin riesgo.
Ser fiel a Dios es gastar la vida, es dejar que los planes se trastoquen por el servicio. Pero yo, para este plan, ¿sirvo? Tú deja que se desarrolle el plan y sirve. Es triste cuando un cristiano juega a la defensiva, apegándose sólo a la observancia de las reglas y al respeto de los mandamientos.
Esos cristianos comedidos, que nunca dan un paso fuera de las reglas, nunca. Tienen miedo del riesgo. Permitidme la imagen: estos que se preocupan así de sí mismos, de no arriesgarse nunca, estos comienzan en la vida un proceso de momificación del alma, y terminan como momias.
No es suficiente con observar las reglas. La fidelidad a Jesús no se limita simplemente a no equivocarse. Eso es negativo. Así pensaba el sirviente holgazán de la parábola: falto de iniciativa y creatividad, se escondió detrás de un miedo estéril y enterró el talento recibido.