Tras varios años, Antonio de León, de la parroquia de San Sebastián, encontró la imagen en 1670 y comenzó a venerarla. El devoto fue curado de un tumor maligno, que le producía terribles dolores de cabeza, cuando se lo pidió a Cristo ante su imagen.
Así se convirtió en un gran difusor de la devoción y el lugar se convirtió en espacio de oración, donde más adelante se inició el Monasterio de las Madres Nazarenas Carmelitas Descalzas.
El amor por el Cristo moreno o Cristo morado, como también se le conoce, ha llegado hasta nuestros días y se le rinde culto en varios países del mundo.
Por ejemplo, en Roma, la hermandad local llega a la Plaza de San Pedro en octubre llevando en andas a esta querida advocación.