A finales de los años 70, San Juan Pablo II acababa de ser electo y su primera salida del Vaticano la hizo con un sombrero negro y vestido como un sacerdote cualquiera. Solo lo acompañó su secretario. Sin embargo, las "escapadas" más famosas fueron las que hacía hacia las montañas para caminar o para rezar solo en medio de la naturaleza.
Los primeros veranos en Castel Gandolfo, el Papa Wojtyla estudiaba y recibía a sus amigos e intelectuales de Polonia para irse con ellos a las montañas vecinas. Muchos de la zona sabían que el Pontífice salía en un auto sentado en el asiento de atrás leyendo el periódico para cubrirse el rostro.
A veces, luego de que la imagen del Papa se hiciera familiar para todos los lugareños, algún niño lo reconocía en la pista de ski, pero él, vestido de negro y con los implementos de ese deporte, decía que no era el Papa, acariciaba al pequeño y seguía su descenso.