A la semana del nacimiento de la pequeña, en noviembre de 2010, el cirujano maxilofacial atendió a la pareja, pues los dolores se habían intensificado. En esa ocasión, el médico, sorprendido, le dijo a Bárbara que "no sé cómo has podido llegar hasta aquí. Voy a hacer todo lo que pueda, pero la situación es muy seria".
Tras la operación, Bárbara "se quedó casi sin lengua y sin una parte de la mandíbula. Desde entonces no pudo tragar ni un vaso de agua y se alimentaba por una sonda en el estómago".
"Presentía que íbamos a sufrir mucho, que sería muy duro y probablemente muy largo, pero también te garantizaba que, por muy duro que fuese, más tarde yo me iba a encargar de que fueras la persona más feliz del mundo, que todo esfuerzo merecería la pena, que disfrutaríamos de nuestra hija y que nos teníamos que preparar para un tiempo indefinido y horrible", escribió Ignacio, en una carta a su esposa.
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