Al día siguiente beatificó en la ciudad de Arequipa a la religiosa dominica Sor Ana de los Ángeles, presidió en Lima una Eucaristía para los jóvenes en el Hipódromo de Monterrico y tuvo un encuentro con los obispos.
El 3 de febrero se dirigió a Cuzco, donde celebró una Liturgia de la Palabra, y después fue a Ayacucho para dar un mensaje de consuelo a la población que en ese entonces sufría por los ataques del grupo terrorista Sendero Luminoso.
"Quiero ahora dirigir mi palabra apremiante a los hombres que han puesto su confianza en la lucha armada; a aquellos que se han dejado engañar por falsas ideologías, hasta pensar que el terror y la agresividad, al exacerbar las ya lamentables tensiones sociales y forzar una confrontación suprema, pueden llevar a un mundo mejor", expresó el Pontífice.
"¡La lógica despiadada de la violencia no conduce a nada! Ningún bien se obtiene contribuyendo a aumentarla. Si vuestro objetivo es un Perú más justo y fraterno, buscad los caminos del diálogo y no los de la violencia", agregó.