Estas son las razones de San Juan Pablo II para sumar los misterios luminosos al Rosario

Imagen referencial del rezo del Santo Rosario. Imagen referencial del rezo del Santo Rosario. | Crédito: Cathopic

Un día como hoy el Papa San Juan Pablo II publicó la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, por la que incorporó cinco nuevos misterios, los luminosos, a los tradicionales 15 meditados en el Rosario. 

Los misterios luminosos están referidos a la vida pública de Jesús y son: el Bautismo del Señor en el Jordán; la autorrevelación en las bodas de Caná; el anuncio del Reino invitando a la conversión; la Transfiguración y la institución de la Eucaristía.

En esta carta apostólica, el Santo Padre explica que el Rosario, “aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología” que tuvo “un puesto importante” durante sus años de juventud en su vida espiritual. 

De hecho, dos semanas después de ser elevado a la Cátedra de Pedro, San Juan Pablo II confesó de modo público: “El rosario es mi oración predilecta”. 

El Papa propone los misterios luminosos para “resaltar el carácter cristológico del Rosario”. Se trata de misterios referidos “a la vida pública de Cristo desde el Bautismo a la Pasión”, explica el Santo Padre. 

Así, en estos misterios “contemplamos aspectos importantes de la persona de Cristo como revelador definitivo de Dios”, afirma el Papa, ya que es Él “quien, declarado Hijo predilecto del Padre en el Bautismo en el Jordán, anuncia la llegada del Reino, dando testimonio de Él con sus obras y proclamando sus exigencias”. 

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San Juan Pablo II consideró en esta carta apostólica además que “durante la vida pública, es cuando el misterio de Cristo se manifiesta de manera especial como misterio de luz”.

Así, para que el Rosario sea “plenamente compendio del Evangelio”, el Papa considera conveniente que “la meditación se centre también en algunos momentos significativos de la vida pública”, tras haber contemplado la encarnación  y la vida oculta en los misterios de gozo y antes de considerar los de la Pasión (misterios dolorosos) y el triunfo de la Resurrección en los gloriosos. 

El Papa advierte que esta incorporación se realiza “sin prejuzgar ningún aspecto esencial de la estructura tradicional de esta oración” y con la intención de “hacerla vivir con renovado interés en la espiritualidad cristiana, como verdadera introducción a la profundidad del Corazón de Cristo, abismo de gozo y de luz, de dolor y de gloria”. 

Misterios que revelan la luz del Reino

San Juan Pablo II detalla que, cada uno de los misterios de luz “revela el Reino ya presente en la persona misma de Jesús”. 

Esta presencia se manifiesta de manera particular en cada uno de los misterios luminosos. 

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En el Bautismo, Cristo “se hace ‘pecado’ por nosotros”, el Padre lo proclama Hijo Predilecto y el Espíritu Santo “desciende sobre él para investirlo de la misión que le espera”.

En las bodas de Caná, Cristo, al transformar el agua en vino, “abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente”. 

Con la predicación del Reino y la llamada a la conversión, Jesús inicia “el misterio de la misericordia” que continúa a través del “sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia”. 

Para San Juan Pablo II, la Transfiguración es el “misterio de luz por excelencia” ya que “la gloria de la Divinidad resplandece en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles”.

La institución de la Eucaristía es también misterio de luz porque al hacerse alimento bajo las especies del pan y el vino, Cristo da “testimonio de su amor por la humanidad ‘hasta el extremo’ y por cuya salvación se ofrecerá en sacrificio”. 

María en los misterios de luz

El Santo Padre afirma que “excepto en el de Caná, en estos misterios la presencia de María queda en el trasfondo”. Sin embargo, “el cometido que desempeña en Caná acompaña toda la misión de Cristo” con su invitación materna: “Haced lo que Él os diga”.

San Juan Pablo II considera que esta es “una exhortación que introduce muy bien las palabras y signos de Cristo durante su vida pública, siendo como el telón de fondo de todos los ‘misterios de luz’”.

El Papa propuso desde entonces contemplar estos misterios de luz los jueves de cada semana.

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