En la historia de la Iglesia existe una antigua tradición de pedir la intercesión de Santa Austreberta, considerada protectora contra los terremotos, porque rescató a personas de los escombros durante un fuerte sismo.

Santa Austreberta, cuya fiesta se celebra el 10 de febrero, nació en Francia alrededor del año 603. Su madre fue Santa Framechidis, y desde pequeña se entregó a Cristo con un voto de castidad.

Su familia le arregló un matrimonio que ella no quería, por lo que se escapó junto a su hermano y recurrió al Santo Audomar, Obispo de Thérouanne, quien le puso el “velo de las vírgenes” y la regresó a su hogar como “preservada” para Dios.

Sus padres fundaron un monasterio y Santa Austreberta decidió entrar solo como hermana “lega”, es decir para servir sin altos cargos y en cosas manuales.

No obstante, su vida de fe y buenas obras eran tan evidentes que las hermanas la eligieron como priora y luego sería madre superiora de otro convento.

Entre sus milagros más conocidos están el comer comida envenenada sin que nada le pasara. Incluso se cuenta que domó a un lobo con la señal de la cruz para que hiciera las labores de un burro.

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Pero el hecho más prodigioso sucedió en un terremoto. Santa Austreberta pidió encarecidamente a las monjas que se quedaran en la iglesia y fue a rescatar a unas novicias que quedaron atrapadas entre los escombros.

Una hermana había fallecido, por lo que la santa imploró a Dios y la mujer milagrosamente recuperó la vida.

Desde entonces se le considera como protectora contra los terremotos y envenenamientos.