En una discoteca Dios le mostró que debía cambiar de vida: Hoy es misionero

En una discoteca Dios le mostró que debía cambiar de vida: Hoy es misionero
P. Héctor Andrés Luna durante la bendición con el Santísimo Sacramento en la iglesia del Santo Ángel Custodio en Granada (España). Crédito: rosalmisionero.net

El P. Héctor Andrés Luna es vicario parroquial en la iglesia del Santo Ángel Custodio en Granada (España), en una entrevista concedida a la web de la Archidiócesis de Granada, explicó que su conversión tuvo lugar "en una discoteca" tras vivir años "en caída libre", y el próximos noviembre cumplirá 25 años como sacerdote, una fecha que afronta como "acción de gracias". 

El sacerdote argentino explicó que a pesar de haber recibido los sacramentos de iniciación cristiana, no se "acercaba a la Iglesia para nada".

La muerte de su padre cuando tenía 13 años hizo que el P. Héctor Andrés comenzara a "vivir en caída libre", hasta los 18 años cuando se convirtió.

"Precisamente mi conversión fue en una discoteca, de pronto Dios me dio la comprensión de que si seguía así mi alma se perdería, por mis pecados, estaba muy alejado de Él", explicó el sacerdote.

Cuando fue a confesarse no pudo decir "ni una palabra de dolor y arrepentimiento tan fuerte que sentía por mis pecados", "la misericordia de Dios me hizo entender esto. Volví a ir a la Iglesia, leyendo el Nuevo Testamento me impresionó San Pablo y también la vida de San Francisco, yo quería vivir eso, me atraía la misión. Empecé un proceso de búsqueda de mi vocación que duró varios años hasta que me determiné a ir a la Basílica de Luján y entré en el Camarín de la Virgen, allí fue donde entendí que mi llamada era a la vida misionera".

El P. Luna entró en el Instituto del Verbo Encarnado en 1987, con 20 años, para estudiar filosofía y teología, fue ordenado en 1994 en Argentina y trabajó durante varios años en Perú, Ecuador, Argentina y Chile en donde trabajó en general con jóvenes.

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"He vivido desastres naturales, también el trabajo en zonas muy pobres azotadas por los narcos y jóvenes pertenecientes a bandas muy violentas. También estuve enfermo de dengue varias veces", explicó el sacerdote que llegó en el año 2012 a la ciudad Granada, en el sur de España, como párroco de la iglesia del Santo Ángel Custodio.

Además, según explica, hay grandes diferencias en la pastoral en América Latina, en donde "la parte material es muy precaria"; mientras que en Europa "la gente tiene muchas más cosas materiales", pero "hay un gran desierto vital en el corazón de la gente en Europa, veo muchos más rostros tristes aquí".

"De América Latina yo destacaría la alegría, cada parroquia es una fiesta, aquí creo que eso no lo hay por el gran vacío de Dios que existe, Él es la fuente de esa alegría y por eso tenemos que llevarlo a las casas y a todos. Creo que es una gran medio de evangelización llevar a la gente al Santísimo Sacramento, el apostolado de oración", precisó el P. Luna.

El próximo 19 de noviembre el P. Luna celebrará sus 25 años como sacerdote, una fecha que afronta como "acción de gracias" y de la que destaca "la posibilidad de atender a las personas en sus problemas, poder ser instrumento para que encuentre la paz en su corazón, que se encuentre con Jesucristo".

También recordó que durante su tiempo en Perú, tras dos días de camino a pie, encontró a una anciana ciega acompañada de una niña que venía en burro, que le pidió confesarse. "Valió la pena toda aquella subida solo por atender su alma", aseguró y también recordó el bautizo de una persona de 110 años.

Sobre los principales retos que afronta el sacerdote, destaca "alcanzar la santidad manteniéndose fiel frente al ateísmo y todo los mundano" y manifiesta su deseo de que deje a Cristo en la vida de la gente.

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Por eso anima a los jóvenes que puedan sentir la llamada al sacerdocio a responder al Señor ya que es "un don. El tesoro escondido en el campo. Si Dios les hace ese regalo no hay que tener miedo, con generosidad y grandeza de alma, con alegría seguirle sabiendo que es un seguimiento en la cruz para la Resurrección, que es lo que nos hace plena la vida. Una vez que uno concreta la llamada hay que prepararse para vivir toda una vida de aventuras. No hay aventura mayor que la de ser misionero, en mi caso".

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