Después, el Papa alentó a no tener "miedo de sus fragilidades" porque "qué lindo es cuando una consagrada, un consagrado se siente frágil, porque siente la necesidad de pedir ayuda. No hay que tenerles miedo, tengan miedo, sí, a caer en la 'esquizofrenia' espiritual, en la mundanidad espiritual que los llevaría a fiarse sólo de sus 'carros' y 'caballos', a fiarse de sus fuerzas, a creerse los mejores, a buscar a veces obsesivamente el bienestar, el poder".
De este modo, el Santo Padre recordó las "Meditaciones sobre la Iglesia" del Padre de Lubac, en el que se describe el "drama de la mundanidad espiritual" que es "el peor de los males que puede suceder a la Iglesia, peor aún que los males de los papas concubinarios" por lo que alentó a no acomodarse "a esta lógica mundana que hará que el Evangelio, que Jesús, deje de ser el criterio orientativo de sus vidas y de sus opciones misioneras. No pueden convivir con el espíritu del mundo y pretender servir al Señor. Orienten su existencia en base a los valores del Evangelio".
"Nunca utilicen el Evangelio de modo instrumental, como ideología, más bien úsenlo como vademécum, dejándose orientar en todo momento por las opciones del Evangelio y por el ardiente deseo de 'seguir a Jesús e imitarlo en la oración, en la fatiga, y en el buscar siempre la gloria de Dios y la salvación de las almas'. Así decía el padre Claret. Funden sus vidas en Cristo, y San Pablo, que la había fundado en Cristo, podía decir: 'No soy yo el que vivo, es Cristo quien vive en mí'", aconsejó el Papa.
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