8 de septiembre de 2007 / 12:45 p. m.
Al presidir esta tarde en el Santuario de Mariazell las vísperas de
“Vosotros, queridos sacerdotes, religiosos y religiosas, también ofrecéis una contribución importante: en medio de toda la codicia, del egoísmo de no saber esperar, del anhelo de consumo, en medio del culto al individualismo, nosotros buscamos vivir un amor desinteresado por los hombres”, apuntó el Santo Padre.
Al meditar sobre estos consejos, el Pontífice subrayó que quien quiere seguir a Cristo radicalmente, debe renunciar con decisión a los bienes materiales. Para todos los cristianos, pero especialmente para los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, para cada individuo como para las comunidades, la pobreza y los pobres deben ser siempre motivo de un serio examen de conciencia.
Sobre la obediencia el Pontífice ha concretado que “escuchar a Dios y obedecerle no tiene nada que ver con la constricción desde el exterior y la pérdida de uno mismo. Sólo entrando en la voluntad de Dios alcanzamos nuestra verdadera identidad.
En otro momento de su homilía, el Papa resaltó que “el anuncio del Reino de Dios en el nombre de Cristo significa para
“Vosotros –dijo el Pontifice– estáis de parte de aquellos que buscan lo positivo de la vida, sois los abogados de aquellos que buscan a Dios, dais testimonio de una esperanza que, contra toda desesperación, muda o manifiesta, conduce a la fidelidad y la atención amorosa de Dios, estáis de parte de todos aquellos bajo el yugo de oscuros destinos y no han podido liberarse del lastre. Estad de parte de aquellos que no han experimentado nunca el amor, que no consiguen creer más en la vida. Así os oponéis a los múltiples tipos de injusticia ocultas o manifiestas, como también al desprecio de hombre que tanto se esta expandiendo”.
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