Sophia. Siempre el hombre, para administrar sus recursos de manera constructiva y eficiente, necesitó de la verdadera Sabiduría. En una sociedad tan competitiva y tecnológicamente orientada, esta universidad debería ser un centro no sólo de formación intelectual, sino también un lugar donde pueda ir tomando forma una sociedad mejor y un futuro más lleno de esperanza. En el espíritu de la encíclica Laudato si', añadiría que el amor por la naturaleza, tan típico de las culturas asiáticas, aquí debería expresarse en una inquietud inteligente y previsora por la protección de la tierra, nuestra casa común. Inquietud que pueda amalgamarse con la promoción de una nueva episteme capaz de ampliar y cuestionar todo intento reduccionista de parte del paradigma tecnocrático (cf. nn. 106-114). No perdamos de vista que «la auténtica humanidad, que invita a una nueva síntesis, parece habitar en medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada. ¿Será una promesa permanente, a pesar de todo, brotando como una empecinada resistencia de lo auténtico?» (ibíd., 112).
La Sophia University ha estado siempre marcada por una identidad humanista, cristiana e internacional. Desde su fundación, la Universidad se ha enriquecido con la presencia de profesores de varios países, incluso a veces de países en conflicto entre sí. Sin embargo, todos estaban unidos por el deseo de dar lo mejor a los jóvenes de Japón. Ese mismo espíritu perdura también en las muchas formas en las que ustedes brindan ayuda a quienes más lo necesitan, aquí y en el extranjero. Estoy seguro de que este aspecto de la identidad de vuestra Universidad se fortalecerá cada vez más, de modo que los grandes avances tecnológicos de hoy puedan ponerse al servicio de una educación más humana, justa y ecológicamente responsable. La tradición ignaciana, en la que se basa Sophia, debe impulsar a profesores y estudiantes por igual a crear una atmósfera que fomente la reflexión y el discernimiento. Ningún estudiante de esta universidad debería graduarse sin haber aprendido cómo elegir, responsable y libremente, lo que en conciencia sabe que es lo mejor. Que en cada situación, incluso en las más complejas, se interesen por lo que en su conducta es justo y humano, cabal y responsable, decididos defensores de los vulnerables, y sean conocidos por esa integridad que tanto se necesita en estos momentos en que las palabras y las acciones a menudo son falsas o engañosas.
Las Preferencias Apostólicas Universales que propuso la Compañía de Jesús dejan claro que el acompañamiento de los jóvenes es una realidad importante en todo el mundo, y que todas las instituciones ignacianas deben fomentar ese acompañamiento. Como lo demuestra el Sínodo sobre los jóvenes y sus documentos, la Iglesia universal también mira con esperanza e interés a los jóvenes de todo el mundo. Vuestra Universidad en su conjunto debe centrarse en los jóvenes, que no sólo han de ser receptores de una educación preparada, sino también parte de esa educación, ofreciendo sus ideas y compartiendo su visión y esperanzas para el futuro. Que vuestra Universidad sea conocida por ese modelo de intercambio y por el enriquecimiento y vitalidad que esto genera.