30 de agosto de 2009 / 09:48 AM
Al presidir este mediodía (hora local) el rezo del Ángelus dominical, el Papa Benedicto XVI resaltó que cuando los esposos “se dedican generosamente a la educación de los hijos, guiándolos y orientándolos en el descubrimiento del plan de Amor de Dios, preparan el terreno fértil en donde florecen y maduren las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada”.
Ante miles de fieles reunidos en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, el Santo Padre recordó que el pasado 27 de agosto la Iglesia recordó la memoria de Santa Mónica, la Madre de San Agustín, quien “nunca dejó de rezar por él y por su conversión; y tuvo el consuelo de verlo retornar a la fe y recibir el bautismo. Dios escuchó las oraciones de esta madre santa, a la que el Obispo de Tagaste le había dicho: ‘es imposible que un hijo de tantas lágrimas se pierda’”.
En realidad, continuó el Papa, “San Agustín no solo se convirtió sino que decidió abrazar la vida monástica, y al volver a África, fundó una comunidad de monjes”. “Santa Mónica se había convertido, para su hijo, ‘más que en una madre, en la fuete de su cristianismo’. Su único deseo había sido durante años la conversión de Agustín, que ahora veía orientado a una vida de consagración al servicio de Dios”, añadió.