El gobernante, al aceptar el cristianismo, se igualó a los demás países cristianos de Europa haciendo que Polonia formara parte del círculo occidental de la cultura cristiana. La adopción del rito occidental y no del oriental (bizantino) marcó desde el principio la clara diferenciación de Polonia de los países vecinos del Este. Como resultado de la cristianización, comenzó a llegar el clero.
"El bautismo se produjo en Posen, Gniezno, que por ese entonces estaba en peligro de ser destruido. Los checos habían destruido los inicios del cristianismo originados tras el bautismo. Por lo tanto, el cristianismo volvió a nacer aquí en Cracovia y la ciudad fue anunciada como la capital de Polonia en 1038. No solo se consideró como capital del Estado, sino también el centro de la cultura, el cristianismo y la religiosidad del país", expresó en diálogo con EWTN el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Stanislaw Dziwisz, quien fue durante más de 40 años secretario personal de San Juan Pablo II.
El 13 de abril del 2016 durante una catequesis por motivo del aniversario del bautismo de Polonia, el Papa Francisco expresó: "den gracias al Señor por el don de haber sido, hace más de mil años, bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, de haber sido sumergidos en el agua que, por la gracia, perfecciona en nosotros la imagen del Dios vivo, en el agua que es una onda de eternidad: 'Manantial de agua que brota por la vida eterna'".