"El desierto es el lugar donde Dios habla al corazón del hombre, y donde brota la respuesta de la oración, es decir, el desierto de la soledad, el corazón apartado de otras cosas, solo en esa solitud se abre a la Palabra de Dios", dijo el Papa.
En este sentido, el Pontífice explicó que "en el tiempo de Cuaresma, el Espíritu Santo nos empuja también a nosotros, como a Jesús, a entrar en el desierto" y añadió que "no se trata -como hemos visto- de un lugar físico, sino de una dimensión existencial en la que hacer silencio y ponernos a la escucha de la palabra de Dios, para que se cumpla en nosotros la verdadera conversión".
"No tengan miedo al desierto, busquen momentos de más oración, de silencio, para entrar en si mismos, no tengan miedo", animó el Papa quien sugirió encomendarse "a la intercesión maternal de la Virgen María".
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