17 de septiembre de 2014 / 02:42 PM
Roberto Adolfo Betanzo, director de Confraternidad Carcelaria México, que realiza un trabajo pastoral con reclusos, aseguró que cuando los presos conocen a Dios su vida cambia, y al tiempo que mejora su apariencia, se llenan de bondad y se mantienen alejados de problemas.
En declaraciones recogidas por el Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (SIAME), Roberto Adolfo Betanzo señaló que el cambio físico "es muy visible en los presos que transforman su vida cuando conocen a Dios: se sienten motivados, se asean, comen mejor, buscan trabajo dentro del reclusorio, empiezan a llenar su corazón de bondad y dejan de buscar problemas".
Un caso importante, recordó Betanzo, fue el de un recluso apodado "El diablo", quien "al cortarse el cabello, se dejaba unos cuernitos y tenía barba, siempre estaba drogado, y cada vez que llegábamos, nos miraba con furia".