La CDF recuerda luego que "el Papa Juan Pablo II ha reafirmado tal doctrina con su autoridad de Supremo Pastor de la Iglesia en la Encíclica Evangelium vitae: 'Por tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los Obispos —que en varias ocasiones han condenado el aborto y que en la consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre esta doctrina—, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal".
Asimismo, el documento agrega que "en algunas situaciones difíciles y complejas, vale la enseñanza clara y precisa de Juan Pablo II" y cita nuevamente la encíclica Evangelium vitae: "es cierto que en muchas ocasiones la opción del aborto tiene para la madre un carácter dramático y doloroso, en cuanto que la decisión de deshacerse del fruto de la concepción no se toma por razones puramente egoístas o de conveniencia, sino porque se quisieran preservar algunos bienes importantes, como la propia salud o un nivel de vida digno para los demás miembros de la familia. A veces se temen para el que ha de nacer tales condiciones de existencia que hacen pensar que para él lo mejor sería no nacer. Sin embargo, estas y otras razones semejantes, aun siendo graves y dramáticas, jamás pueden justificar la eliminación deliberada de un ser humano inocente".
El texto también señala que "en cuanto a la problemática de determinados tratamientos médicos para preservar la salud de la madre es necesario distinguir bien entre dos casos distintos: de una parte una intervención que directamente provoca la muerte del feto, llamado algunas veces de modo inapropiado aborto 'terapéutico', que no puede nunca ser lícita en cuanto es el asesinato directo de un ser humano inocente; de otra parte una intervención en sí misma no abortiva que puede tener, como consecuencia colateral, la muerte del hijo".
Para finalizar, la clarificación de la Congregación para la Doctrina de la Fe precisa que "en cuanto a la responsabilidad de los operadores sanitarios, es necesario recordar las palabras del Papa Juan Pablo II" y cita por última vez a la Encíclica Evangelium vitae: "su profesión les exige ser custodios y servidores de la vida humana. En el contexto cultural y social actual, en que la ciencia y la medicina corren el riesgo de perder su dimensión ética original, ellos pueden estar a veces fuertemente tentados de convertirse en manipuladores de la vida o incluso en agentes de muerte. Ante esta tentación, su responsabilidad ha crecido hoy enormemente y encuentra su inspiración más profunda y su apoyo más fuerte precisamente en la intrínseca e imprescindible dimensión ética de la profesión sanitaria, como ya reconocía el antiguo y siempre actual juramento de Hipócrates, según el cual se exige a cada médico el compromiso de respetar absolutamente la vida humana y su carácter sagrado".