La vejez es un don, para todas las edades de la vida. Es un don de madurez, de sabiduría. Quisiera subrayar, como hemos escuchado en la profecía de Joel, al inicio, lo importante no es solo que el anciano ocupe el lugar de sabiduría que tiene, de historia vivida en la sociedad, pero también que exista un coloquio, de interlocución con los jóvenes… este puente será la transmisión de la sabiduría en la humanidad.
Espero que estas reflexiones sean de utilidad para todos nosotros, para llevar adelante esta realidad que decía el profeta Joel. Que en el diálogo entre jóvenes y ancianos, los ancianos puedan dar sus sueños y los jóvenes puedan recibirlos y llevarlos adelante. No olvidemos que en la cultura, sea familar, social, los ancianos son como las raíces de un árbol. Tienen toda la historia ahí. Los jóvenes son como las flores y los frutos. Si no llega la savia de las raíces, nunca podrán florecer. No olvidemos aquel poeta del que he hablado tantas veces, "todo aquello que en el árbol ha florecido, viene de aquello que está bajo tierra".
Todo aquello bonito que tiene una sociedad, es gracias a las raíces de los ancianos. Por eso, en esta catequesis, yo querría que la figura del anciano venga hacia arriba, que se entienda bien que el anciano no es material de descarte, sino una bendición para la sociedad.