Es precisamente la vejez la que aparece aquí como el lugar decisivo e insustituible de este testimonio. Un anciano que, a causa de su vulnerabilidad, aceptara considerar irrelevante la práctica de la fe, haría creer a los jóvenes que la fe no tiene ninguna relación real con la vida. Esta les aparecería a ellos, desde su inicio, como un conjunto de comportamiento que, si es necesario, pueden ser simulados o disimulados, porque ninguno de ellos es tan importante para la vida. pero está la coherencia de este hombre que piensa en los jóvenes, que piensa en la herencia futura y piensa en su pueblo. Y esto es bonito para vosotros los ancianos.
La antigua gnosis heterodoxa, que fue una insidia muy poderosa y muy seductora para el cristianismo de los primeros siglos, teorizaba precisamente esto: que la fe es una espiritualidad, no una práctica; una fuerza de la mente, no una forma de vida. La fidelidad y el honor de la fe, según esta herejía, no tienen nada que ver con los comportamientos de la vida, las instituciones de la comunidad, los símbolos del cuerpo. La seducción de esta perspectiva es fuerte, porque interpreta, a su manera, una verdad indiscutible: que la fe nunca se puede reducir a un conjunto de normas alimenticias o de prácticas sociales.La fe es otra cosa. El problema es que la radicalización gnóstica de esta verdad anula el realismo de la fe cristiana. Porque la fe cristiana es realista, no es solamente decir el Credo, es pensar el Credo y decir el Credo, y hacer el Credo. Actuar con las manos. Sin embargo, esta propuesta gnóstica finge que lo importante es que tú dentro tengas la espiritualidad y luego puedas hacer lo que quieras. Y esto no es cristiano, y la primera herejía de los gnósticos, que está muy de moda ahora, en tantos centros de espiritualidad y demás. Y vacía también su testimonio, que muestra los signos concretos de Dios en la vida de la comunidad y resiste a las perversiones de la mente a través de los gestos del cuerpo.
La tentación gnóstica, que es una de las herejías de las desviaciones religiosas de este tiempo, siempre permanece actual. En muchas tendencias de nuestra sociedad y de nuestra cultura, la práctica de la fe sufre una representación negativa, a veces en forma de ironía cultural, a veces con una marginación oculta. La práctica de la fe para estos gnósticos, que ya existían en el tiempo de Jesús, es considerada como una exterioridad inútil e incluso nociva, como un residuo anticuado, como una superstición enmascarada.