Nuestra santidad es el fruto del amor de Dios que se ha manifestado en Cristo, el cual nos santifica amándonos en nuestra miseria y salvándonos de ella. Siempre gracias a Él nosotros formamos un solo cuerpo, dice San Pablo, en el que Jesús es la cabeza y nosotros los miembros (cfr 1 Cor 12,12). Esta imagen del cuerpo, Cristo la imagen del Cuerpo, nos hace entender enseguida qué significa estar unidos los unos a los otros en comunión. Escuchemos a San Pablo qué dice: «Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte de su gozo. Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte» (1 Cor 12,26- 27). Esto dice Pablo, somos todos un cuerpo, todos unidos por la fe en el Bautismo, todos en comunión, unidos en comunión con Jesucristo y esta es la comunión de los santos.
Queridos hermanos y queridas hermanas, la alegría y el dolor que tocan mi vida concierne a todos, así como la alegría y el dolor que tocan la vida del hermano y de la hermana junto a nosotros me concierne a mí. Yo no puedo ser indiferente a los otros porque todos somos un cuerpo, en comunión.
En este sentido, también el pecado de una única persona concierne siempre a todos, y el amor de cada persona concierne a todos. En virtud de la comunión de los santos, de esta unión, cada miembro de la Iglesia está unido a mí de forma profunda, no al Papa, sino a cada uno de nosotros, está unido, está unido de forma profunda y esta unión es tan fuerte que no puede romperse ni siquiera por la muerte, ni siquiera por la muerte.
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