Por eso, no es que haya un divorcio, sino sencillamente, dentro del respeto y de la lealtad y de la colaboración que tenemos y debemos tener con el Estado, también exigimos que el Estado no solo tenga en cuenta la realidad de la religión católica en España, que por todas partes tiene unas raíces y unos fundamentos históricos y unas bases de nuestra cultura fundamentales, sino que también sean respetados los principios éticos que son imprescindibles.
Siendo que el problema implica una problemática cultural de fondo ¿Un eventual cambio de Gobierno favorecería acaso la misión de la Iglesia en España?
Yo no entro a un cambio o no de Gobierno. Yo lo que reclamo es, para el bien de España, de nuestra sociedad y de los ciudadanos, que se respeten esos principios y derechos fundamentales, que se sustente y respeten unas bases éticas insoslayables, que no caigamos en un relativismo ético con el cual la democracia se viene abajo. Nosotros cuando defendemos los principios morales, a la persona y su dignidad, grandeza y libertad, el derecho a una formación religiosa y moral, etc., estamos defendiendo la democracia. De otra manera, la suerte de la democracia, en España como en otros países, corre grave riesgo.
Como dijo el Papa Benedicto XVI, estamos inmersos en ese “totalitarismo del relativismo”. Debemos, pues, alzar nuestra voz para que no caigamos en ello. Por eso no es cuestión de cambio de Gobierno sino de que se comprenda de verdad lo que es la autonomía del Estado, lo que es éste al servicio del bien común y lo que es una sociedad democrática que no se sustenta sino con valores fundamentales que son valiosos en sí y por sí mismos, que se sustenta también en la verdad.