Los santos Crisanto y Daría fueron dos mártires del siglo III, quienes vivieron en tiempos del emperador Numeriano. De acuerdo a la tradición, Crisanto nació en Alejandría y fue hijo de Polemio, un patricio romano.
Crisanto fue enviado por su padre a Roma, para que se entrene en las artes retóricas y la dialéctica. En la Ciudad Eterna se familiariza con las lecturas cristianas y los Santos Evangelios, y con la ayuda del presbítero Carpóforo se convirtió al cristianismo y pidió ser bautizado.
Cuando su padre tomó noticia de su conversión intentó quebrar su voluntad para que regrese al culto pagano, pero no tuvo suerte. Molesto por lo sucedido, el padre mandó encerrar a Crisanto en un calabozo y empezó a enviarle mujeres a su celda. Una de esas fue Daría, esclava vestal que había conservado su virginidad. Crisanto le habló a Daría de Jesucristo y logró que esta se convirtiera. Entonces Crisanto le propuso matrimonio, pero con la condición de mantenerse castos y dedicarse a anunciar la Buena Noticia.