En este sentido, el Papa relató: "Poco después de la promulgación del juicio breve, un obispo me llamó y me dijo: 'Tengo este problema: una chica quiere casarse por la Iglesia; ya estaba casada hace algunos años por la Iglesia, pero la obligaron a casarse porque estaba embarazada... Hice todo, pedí a un sacerdote que hiciera de vicario judicial, a otro que hiciera de defensor del vínculo... Y los testigos, los padres dicen que sí, que fue forzado, que el matrimonio fue nulo. Dígame, Santidad, ¿qué debo hacer?', me preguntó el Obispo. Y le pregunté: 'Dime, ¿tienes un bolígrafo a mano?'. 'Sí'. 'Firma. Tú eres el juez, sin darle tantas vueltas'".
Luego, el Santo Padre exhortó "a cada Obispo -constituido por Cristo como padre, pastor y juez en su propia Iglesia- a abrirse cada vez más al desafío vinculado a este tema", y añadió que "se trata de perseguir con tenacidad y llevar a término un camino eclesiológico y pastoral necesario, orientado a no dejar a la sola intervención de las autoridades civiles a los fieles que sufren por juicios no aceptados y padecidos".
"La imaginación de la caridad favorecerá la sensibilidad evangélica ante las tragedias familiares cuyos protagonistas no pueden ser olvidados", advirtió.
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