Bajo la guía de Lehmann se analizó también el asunto fundamental de la Gaudium et spes, es decir la problemática del progreso humano y la salvación cristiana. En este ámbito emergió inevitablemente el tema de la teología de la liberación, que en ese momento no representaba de hecho un problema solo de tipo teórico sino que determinaba muy concretamente, y amenazaba, la vida de la Iglesia en Sudamérica. La pasión que animaba a los teólogos era similar al peso concreto, también político, del tema. [2]
Junto a las cuestiones relativas a la relación entre el Magisterio de la Iglesia y la enseñanza de la Teología, uno de los principales ámbitos de trabajo de la Comisión Teológica siempre ha sido el problema de la Teología moral. Es tal vez significativo que, al principio, no estuviera la voz de los representantes de la Teología moral, pero sí la de los expertos de exégesis y dogmática: Heinz Schürmann y Hans Urs von Balthasar, que en 1974 abrieron con sus tesis la discusión, que prosiguió luego en 1977 con el debate sobre el Sacramento del matrimonio.
La contraposición de los frentes y la falta de una común orientación de fondo, que sufrimos hoy todavía como entonces, en ese momento se me hizo clara de modo inaudito: de una parte estaba el teólogo moral estadounidense, el profesor William May, padre de muchos hijos, que venía siempre a nosotros con su esposa y sostenía la concepción antigua más rigurosa. Dos veces él debió experimentar el rechazo unánime de su propuesta, algo que nunca antes había sucedido por lo que se echó a llorar. Yo mismo no pude consolarlo eficazmente. Cerca de él estaba, según lo que recuerdo, el profesor John Finnis, que enseñaba en Estados Unidos y que expresó la misma impostación y el mismo concepto de modo nuevo. Fue tomado en serio desde el punto de vista teológico, y sin embargo ni siquiera él logró alcanzar algún consenso.
En el quinto quinquenio, de la escuela del profesor Tadeusz Styczen –el amigo del Papa Juan Pablo II– llegó el profesor Andrzej Szoztek, un inteligente y prometedor representante de la posición clásica, que sin embargo tampoco logró crear el consenso. Finalmente, el Padre Servais Pinckaers intentó desarrollar, a partir de Santo Tomás, una ética de las virtudes que me parece muy razonable y convincente, y sin embargo tampoco logró consenso alguno.