En este sentido, es un grave problema la falta de acceso a infraestructuras y servicios básicos. Me refiero a baños, alcantarillado, desagües, recolección de residuos, luz, caminos, pero también a escuelas, hospitales, centros recreativos y deportivos, talleres artísticos. Quiero referirme en particular al agua potable. «El acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable» (Carta enc. Laudato si', 30). Negarle el agua a una familia, bajo cualquier pretexto burocrático, es una gran injusticia, sobre todo cuando se lucra con esta necesidad.
Este contexto de indiferencia y hostilidad que sufren los barrios populares se agrava cuando la violencia se generaliza y las organizaciones criminales, al servicio de intereses económicos o políticos, utilizan a niños y jóvenes como «carne de cañón» para sus negocios ensangrentados. También conozco los padecimientos de las mujeres que luchan heroicamente para proteger a sus hijos e hijas de estos peligros. Pido a Dios que las autoridades asuman junto a ustedes el camino de la inclusión social, la educación, el deporte, la acción comunitaria y la protección de las familias, porque es esta la única garantía de una paz justa, verdadera y duradera.
Estas realidades que he enumerado no son una combinación casual de problemas aislados. Incluso son una consecuencia de nuevas formas de colonialismo que pretende que los países africanos sean «piezas de un mecanismo y de un engranaje gigantesco» (Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in Africa, 52). No faltan, de hecho, presiones para que se adopten políticas de descarte, como la de la reducción de la natalidad, que pretenden «legitimar el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar» (Carta enc. Laudato si', 50).
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