En Roma no encontró lo que esperaba. Sin embargo, no perdió la esperanza y siguió pensando en hacer algo por la Iglesia y la gente necesitada. El P. José siempre había sido un hombre piadoso, dado a la oración, y sus circunstancias lo obligaron a que ponga aún más su confianza en Dios y la Virgen Santísima.
Cuando comenzó a recorrer las calles y barrios de la Ciudad Eterna, vio cómo muchos niños estaban abandonados a su suerte, sin recibir aquello que él sí había recibido: primero, educación; y después, un trato amable y una fe. Esta experiencia fue el germen de la creación de las “Escuelas Pías”, abiertas a todos, gratuitas, concebidas a la luz del Evangelio. Las que el P. Calasanz fundó por esos días serían las primeras escuelas públicas -de matriz cristiana- de Europa.
Una vez que el P. Calasanz tuvo maduras sus ideas, comenzó a buscar apoyo y financiamiento para su proyecto de escolarización. Lamentablemente nadie pudo apoyarlo. Por eso, en 1597 pidió utilizar la sacristía de la parroquia de Santa Dorotea en Roma -ubicada en una zona pobre de la ciudad- y allí empezó él personalmente a dar clases.
Suscríbete a ACI Prensa
Recibe nuestras noticias más importantes por email.