26 de junio de 2015 / 04:48 PM
San Josemaría Escrivá aprendió de sus padres la devoción al Ángel de la Guarda, quien le ayudaba tanto que un día lo empezó a llamar "Relojerico" por unos problemas que tuvo con su reloj.
San Josemaría, siendo ya sacerdote, cuenta que un día su reloj de bolsillo se detuvo y al estar pasando en ese entonces por una situación económica muy difícil, habló con el Señor. "Le indiqué que mi Ángel Custodio, a quien Él ha dado más talento que a todos los relojeros, arreglara mi reloj".
"Pareció no oírme, puesto que volví a mover y a tocar y retocar, en vano, el reloj estropeado. Entonces [...], me arrodillé y comencé un padrenuestro y un ave, que me parece no llegué a terminar, porque cogí de nuevo el reloj, toqué las saetas... ¡y echó a andar! Di gracias a mi buen Padre", destacó el Santo.