24 de mayo de 2014 / 12:54 PM
Como es usual desde que inició su Pontificado, el Papa Francisco tuvo nuevamente un gesto de cercanía al dejar el estrado desde donde escuchaba los testimonios de los niños y jóvenes discapacitados y refugiados –presentes en la Iglesia Latina de Betania-, para bajar y abrazar a un joven discapacitado, antes que los voluntarios levantaran la silla en que estaba para llevarlo al Santo Padre.
Luego de pronunciar un discurso, el Santo Padre oyó atentamente –gracias a la traducción de un sacerdote franciscano- los testimonios de los jóvenes y niños que son atendidos en los campos de refugiados que hay en Jordania, a donde llegan huyendo de la violencia en Siria, Irak y otras zonas de Medio Oriente.
Uno de los testimonios fue el de un niño de unos once años y que padece leucemia. "No sé por qué esto me pasa, pero le sigo rezando a Dios", expresó el menor, que desde el 2012 recibe quimioterapia.