Cuando la presencia de Dios entre los hombres viene a menos, "se pierde el sentido del pecado" y de esta manera puede suceder de hacer pagar a otros el precio de nuestra "mediocridad cristiana", lo dijo el Papa Francisco en la homilía de la Misa de este viernes en la Casa de Santa Marta.
Un pecado grave, como por ejemplo el adulterio, disminuido a un "problema de resolver". La elección que cumple el rey David, narrada en la primera Lectura de hoy, se convierte en el espejo ante el cual el Papa colocó la conciencia de todo cristiano. David se encapricha de Betsabé, mujer de Urías, un general suyo, se la trajo y envió al marido al frente de batalla, causándole la muerte y de hecho perpetrando un asesinato.
Sin embargo, adulterio y homicidio no lo impresionan tanto. "David se encuentra ante un gran pecado, pero él no lo percibe como un pecado", observó el Pontífice. "No le viene a la mente pedir perdón. Aquello que le viene a la mente es: '¿Cómo resuelvo esto?'".