En la última visita del Papa Benedicto XVI a Madrid (España), para la Jornada Mundial de la Juventud en agosto 2011, un grupo de profesoras del Centro Educativo Fuenllana, preparó para él un almuerzo. Una de ellas explica que el Santo Padre miraba a todos los colaboradores como “yo miro a mis hijos”.

La profesora Diana Cabrera, conductora del Programa 4x20 de un canal español de cocina y madre de tres hijos, fue una de las educadoras que participó en la preparación de los platos que se le ofreció al Santo Padre, por encargo del Arzobispo de Madrid, Cardenal Antonio María Rouco Varela.

Diana, recuerda con mucho cariño a Benedicto XVI y destacó que lo que más le impresionó fue el “desprendimiento de sí mismo y su profunda humildad, estando pendiente de todos mirándolos de la misma manera que yo miro a mis hijos”.

“Estaba observando continuamente, pendiente de todos los detalles y de todas las personas que estaban en su entorno. Veía que cuidaba a las personas, parecía que trascendía a la parte espiritual de los que estaban a su alrededor y de las que estábamos sirviendo”, describió Diana.

“Por su cara observé que él se daba cuenta de la ilusión con que estábamos realizando nuestro trabajo, me impresionó que a pesar del cansancio y del calor que hizo ese día en Madrid, (el Papa) estaba pendiente de los demás”.

Diana destacó que al mirar a Benedicto XVI “veías una persona muy espiritual, que daba tanta paz, que hace que te sientas bien”, además para ella el Papa es “la persona más importante a la que he podido servir”, momento que le causó gran emoción interior porque para ella era la oportunidad de manifestarle al Santo Padre su alegría como católica.

A la profesora le impresionó la espiritualidad, alegría y humildad que trasmitía el Pontífice “tanto con su presencia como a través de su rostro. Me daba cuenta de que con todo lo que llevaba encima, la felicidad que comunicaba me hacía sentir muy cercana”.

Antes de la llegada de Benedicto XVI al almuerzo, Diana se sentía muy nerviosa al pensar que todo tenía que salir bien pero cuando llegó el Santo Padre “se me pasó, ya que daba una tranquilidad que te hacía sentir como si estuvieras con alguien de tu familia”.

Al finalizar el almuerzo, el Pontífice “sin que nadie lo esperara, se levantó y se dirigió a nosotras y nos dijo en italiano: ‘Ha sido la comida cumbre de mi vida, por la belleza de los platos, ya que esa belleza lleva a Dios’”.

El menú de ese día fue: de entrada salmorejo (plato típico cordobés preparado con aceite de oliva, vinagre y tomates), de fondo ternera con verduras; y de postre un sorbete de limón con gelatina especial.

En declaraciones a ACI Prensa, Carmen Calvo, directora de comunicación del centro educativo Fuenllana, contó que le ofrecieron vino al Santo Padre, pero éste declinó y prefirió tomar solo jugo de naranja. Además y como recuerdo del almuerzo, pidió le obsequiaran el menú en el que estaban listados los platos.

Todos los productos que utilizaron para la elaboración del almuerzo fueron donados por los patrocinadores del colegio, y un total de 40 personas, entre cocineras y camareras, fueron las que atendieron durante 30 minutos al Pontífice y a su comitiva compuesta de aproximadamente 60 personas.

La Directora del centro le entregó al Santo Padre un cheque por 6,060 euros en calidad de donación para que su utilicen en los gastos de formación de un seminarista español fruto de la JMJ 2011, y le indicó que los 60 euros del monto significaban los 60 años de sacerdote que el Papa tenía hasta ese momento.

También se le entrego un álbum de fotos de las actividades que realiza el colegio y una pequeña Virgen de Nuestra señora de Fuenllana.

Luego de esta experiencia, Diana comenta que “me hice el propósito de transmitir a mi alrededor esa alegría y felicidad que yo vi en el Santo Padre y que como católica sé que precisamente eso es lo que enseña nuestra fe”.