ACI Prensa: Desde el punto de vista de las cifras y de la calidad, ¿cómo aparece la Iglesia Católica hoy, en comparación con su pasado reciente, y cómo se ve en el futuro?
Cardenal Piacenza: En general, la Iglesia Católica está creciendo en el mundo, sobre todo gracias a la enorme contribución de los continentes asiático y africano. Esas jóvenes Iglesias aportan su fundamental contribución en orden a la frescura de la fe.
En las últimas décadas –si se me concede la expresión– hemos jugado rugby con la fe, chocándonos, a veces haciéndonos también mucho mal, y al final ninguno ha llegado a ningún punto. Han habido y hay problemas en la Iglesia, ¡pero es necesario mirar hacia adelante con gran esperanza!
No tanto en nombre de un ingenuo o superficial optimismo, sino en nombre de la magnífica esperanza que es Cristo, concretizada en la fe cadaa uno, en la santidad de cada uno y en la perenne auténtica reforma de la Iglesia.
Si el gran evento del Concilio Ecuménico Vaticano II ha sido un viento del Espíritu que ha entrado por las ventanas abiertas de la Iglesia al mundo, es necesario reconocer que, con el Espíritu, ha entrado también no poco viento mundano, se ha generado una corriente y las hojas han volado por los aires. Hay de todo, nada se ha perdido, sin embargo es necesario, con paciencia, volver a poner orden.
Se pone orden afirmando sobre todo y con fuerza el primado de Cristo Resucitado, presente en la Eucaristía. Hay una gran batalla pacífica por hacer y es la de la Adoración eucarística perpetua, para que todo el mundo haga parte de una red de oración que, unida al Santo Rosario, vivido como rumia de los misterios salvíficos de Cristo, junto a María, generen y desarrollen un movimiento de reparación y penetración.
Sueño con un tiempo cercano en el que no exista diócesis en la que no haya una iglesia o al menos una capilla en la que día y noche se adore al Amor sacramentado. ¡El Amor debe ser amado! En cada diócesis, y mejor si también en cada ciudad y pueblo, deben haber manos alzadas al cielo para imploar una lluvia de misericordia sobre todos, cercanos y lejanos, y entonces todo cambiaría.
¿Recuerdan lo que sucedía cuando Moisés tenía las manos alzadas y qué cosa sucedía cuando las dejaba caer? Jesús ha venido para portar el fuego y su deseo es que arda en todo lugar para llegar a la civilizaciòn del amor.
Este es el clima de la reforma católica, el clima para la santificación del clero y para el crecimiento de santas vocaciones sacerdotales y religiosas, este es el clima para el crecimiento de famlias cristianas verdaderas iglesias domésticas, he aquí el clima para la colaboración de fieles laicos y clérigos.
Es necesario creer todo esto verdaderamente y en los Estados Unidos siempre ha habido y hay todavía muchos recursos prometedores. ¡Adelante!